¿Pero qué ocurre con el ejercicio si se trata de personas con alguna enfermedad grave o crónica como una afección cardiovascular o esclerosis múltiple?
Pues a decir de los expertos, el entrenamiento físico también se está revelando cada vez más como un potente fármaco, aunque el estado de los pacientes pudiera parecer, a priori, totalmente incompatible con cualquier ejercicio que requiera un mínimo esfuerzo.
Una vez aceptada esta tesis, el quid de la cuestión reside en acertar con las dosis adecuadas, principalmente en tiempo e intensidad.
Así lo han explicado los profesores José Manuel Sarabia y David Barbado, del Centro de Investigación del Deporte de la Universidad Miguel Hernández de Elche, en el curso de Verano de El Escorial “Deporte y salud, deporte e igualdad”, de la Universidad Complutense de Madrid.